lunes, 30 de septiembre de 2013

LasMelli

Jesús y los diez leprosos



San Francisco de Asis


Santa Faustina Kowalska

Santos ángeles custodios



Los ángeles y la eternidad

"La eternidad es sinónimo de Amor Eterno. En nuestro camino diario se superación espiritual nos preparamos para recibir la eternidad, y con ella la vida plena. Los Ángeles nos guiaran por esta senda para que lleguemos dichosos, dejemos que ellos nos lleven con amor."

JULIAN  VICTORIA
(Teólogo español)

 

Cuento: El monje furioso

 

San Francisco de Borja

 

La estola

 

Parábola del hijo pródigo

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Visita guiada del cuadro La Sagrada Familia de Murrillo...

Pincha sobre la imagen y comienza la visita

http://colegiopadrecollado.blogspot.com.es/2013/09/visita-guiada-del-cuadro-la-sagrada.html

 http://www.museodelprado.es/pradomedia/multimedia/sagrada-familia-del-pajarito-murillo/?pm_cat=2&pm_subcat=10&pm_video=on&pm_audio=on&pm_interactivo=on

CREDO. Third Day & Brandon Heath - Creed Acustico (subtitulado español)



PADRE CRISTÓBAL FONES S.J.

Creo en la Vida que se me ha transmitido, en esa Buena Noticia que viene desde Jesús y sus apóstoles, y de antes, y de todos los confines, y del viento, que sopla donde quiere...

Creo en esta fe que es experiencia de resurrección y que es también vida para el hombre y la mujer de hoy; que es lo que me hace ser quien soy... es un regalo recibido, gratuito, a un tiempo de toda la comunidad y mía; muy personal y tan nuestra...

¡Qué invitación a cuidar con cariño la fe, a procurar comprenderla más hondamente, en el silencio y en el grito; a vivirla más auténticamente, en la radicalidad y en la misericordia; a compartirla más alegremente, en un lenguaje que haga sentido y que renueve nuestra esperanza!

Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó de entre los muertos. Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Amén.

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Creed es una canción de Rich Mullins (1955-1997), cantante y compositor de música cristiana contemporánea en Estados Unidos. Esta versión es interpretada por el grupo Third Day en conjunto con el cantante Brandon Heath.

FUENTE:
http://cantandonuestraesperanza.blogspot.com.es

LASMELLI

26º domingo durante el año - CICLO C

 

Investigando la vida de Jesús : El perdón

¿Cómo era el Templo de Jerusalén? Para colorear

27º domingo durante el año - CICLO C

Breve historia de Santa Teresita del Niño Jesús

28º domingo durante el año - CICLO C

 

Nuestra Señora del Rosario

miércoles, 25 de septiembre de 2013

La Piedad del Vaticano - MICHELANGELO

LA PIEDAD  DEL VATICANO

Miguel Angel. 1499
Mármol 1,74 m
Basílica de San Pedro. Roma
Obra de juventud, fase clasicista.

Obra de juventud, terminada a los 24 años, es la única obra firmada (en la banda que cruza el pecho de la Virgen). Parece que oyó rumores de que se atribuía a otro artista. Según Vasari fue por el gran orgullo que sentía de haber hecho esa obra

La última obra de su larga y productiva vida también será otra piedad, la Piedad Rondanini  composición manierista , fuertemente expresiva y despreocupada de la belleza externa , nada que ver con el clasicismo de la Piedad del Vaticano
  • Material: Miguel Ángel eligió él mismo el bloque de mármol que iba a usar de las canteras de los Alpes Apuanos de la Toscana. El bloque tenía que ser el correcto, ya que la escultura está realizada con uno sólo, no varios unidos.
  • Técnica: Una de las cosas más llamativas es la técnica escultórica que Miguel Ángel usaba. Según él, la propia Naturaleza de la escultura estaba en el interior del bloque de piedra. El artista unicamente la sacaba a la luz, con paciencia y detallismo.
  • Armonía: Algo que caracteriza al arte renacentista y a Miguel Ángel es la armonía. Así, por ejemplo hay un contraste armonioso entre el brazo caído de Jesús y el brazo derecho de la Virgen. Otro rasgo armonioso es la diferencia entre el tratamiento de claroscuros de pliegues del vestido con la piel de Jesús, lisa. El último contraste son los ejes vertical y horizontal de las dos figuras.
  • Virgen: El rostro de la Virgen es el de una niña, joven y pura. Miguel Ángel es consciente que la diferencia de edad entre el Cristo muerto y su madre es demasiado evidente. Lo que se pretende hacer no es un retrato realista, sino idealizar la figura de la Virgen llena de pureza y juventud.
  • Sfumatto: Una técnica escultórica muy usada en el Renacimiento fue el sfumato. En este caso lo vemos en la forma de representar los músculas, que están como difuminados en la superficie marmólea.
  • Dolor: Miguel Ángel nos presenta un cuerpo muerto sin rasgos de sangre ni dolor. Después del Calvario, nos lo muestra con la dignidad del hijo de Dios. Por eso, se retoma la idea del retrato idealizado, no se pretende un retrato realista del dolor.
  • Cinta: Miguel Ángel realizó esta escultura con 24 años. De ahí que los críticos fueran suspicaces a la hora de su autoría. Miguel Ángel, con gran carácter, discutió con ellos y grabó con el cincel su nombre en la cinta que porta la Virgen. Por ello, la Piedad es la única escultura firmada por el artista.
  • Composición: En el Renacimiento, el arte estaba supeditado en gran medida a las formas geométricas, como esenciales y puras. Aquí, la composición se engloba en un triángulo desde la cabeza de la Virgen hasta la base más ancha del conjunto. No hay que olvidar la relación entre el triángulo y la divinidad.
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LA PIETÁ DE MIGUEL ÁNGEL


Sus dimensiones son 174 por 195 cm. Se encuentra en la Basílica de San Pedro del Vaticano, en Roma.  
       La obra fue encargada por el cardenal de san Dionisio, Jean Bilhères de Lagraulas o de Villiers, benedictino embajador del monarca francés ante la Santa Sede, al que el autor conoció en Roma. El contrato entre el artista y el cliente se firmó el 26 de agosto de 1498, y en el que se estipulaba, además del pago de 450 ducados de oro, que habría de estar terminada antes de un año, y en efecto, dos días antes de cumplirse el plazo la obra maestra ya estaba terminada, cuando el cardenal había muerto unos días antes, por lo que su primer emplazamiento fue sobre la propia tumba del prelado en la Capilla de Santa Petronila del Vaticano. La Piedad fue trasladada en 1749 a su ubicación actual en la Basílica de San Pedro, la primera capilla a la derecha.
Algunos aspectos a tener en cuenta para analizar esta obra:
  • El Material: Miguel Ángel eligió él mismo el bloque de mármol blanco que iba a usar de las canteras de los Alpes Apuanos de la Toscana. El bloque tenía que ser el correcto, ya que la escultura está realizada con uno sólo, no varios unidos. El mármol  es para el artista florentino el más noble de los materiales y el más dúctil para extraer de él las formas humanas.
  • La Técnica: Una de las cosas más sobresalientes es la técnica escultórica que Miguel Ángel usaba. Según él, la propia naturaleza de la escultura estaba en el interior del bloque de piedra. El artista unicamente la sacaba a la luz, con paciencia y detallismo, la imagen que estaba atrapada en el bloque de mármol. Esculpir era pues extraer la figura del bloque, como si saliera de un mar de arena ya entera e intacta, deslumbrante en su perfección.
  • La Armonía: Este es uno de los rasgos típicos de todo el arte renacentista, por  lo que un Miguel Ángel todavia joven  deudor de donatello, aparece aquí como un fiel exponente de este afán. La armonía y el contraste están presentes en esta obra: entre el brazo caído de Jesús y el brazo derecho de la Virgen; el tratamiento de claroscuros profundos en los pliegues del vestido de la Virgen con la piel de Jesús, lisa. Otro poderoso contraste lo hallamos en los ejes vertical y horizontal de las dos figuras, que se contrarrestan para ofrecer una imagen global armoniosa y coherente, equilibrada.
  • La Virgen: El rostro de la Virgen es el de una niña, joven y pura, eternamente virgen. Miguel Ángel es consciente de que la diferencia de edad entre el Cristo muerto y su madre es muy evidente. Lo que pretende hacer no es un retrato realista, sino idealizar la figura de la Virgen llena de pureza y juventud. La madre ofrece, a su vez, en un gesto de generosidad que se plasma en su brazo extendido, el sacrificio de su hijo, redentor de la humanidad. La serenidad del rostro y su belleza infantil la convierten en un arquetipo idealizado.
  • El Sfumatto: Una técnica escultórica muy usada en el Renacimiento fue el sfumato. En este caso lo vemos en la forma de representar los músculos, que están como difuminados en la superficie marmórea; modelados con suavidad y dulzura, a pesar del detallismo con el que el escultor representa músculos, tendones y piel.
  • El Dolor: Miguel Ángel nos presenta un cuerpo muerto, sin rastros de sangre ni de dolor. Después del Calvario, nos lo muestra con la dignidad del hijo de Dios. Por eso, se retoma la idea del retrato idealizado, no se pretende un retrato realista del dolor. No obstante, una mirada atenta descubrirá la herida en el costado y los estigmas de la pasión en manos y pies. La imagen es, en consecuencia, un prodigio de serena aceptación ante la muerte y un poderoso estudio anatómico en reposo.
  • La Cinta: Miguel Ángel realizó esta escultura con 24 años. De ahí que los críticos fueran suspicaces a la hora de su autoría. Miguel Ángel, con gran carácter, discutió con ellos y grabó con el cincel su nombre en la cinta que atraviesa el pecho de la Virgen. Por ello, la Piedad es la única escultura firmada por el artista. Genio y vanidad de un artista que luchó denodadamente por afianzar la condición intelectual, y no meramente manual, del trabajo del escultor, peor considerado en su época que el del pintor o el arquitecto.
  • La Composición: En el Renacimiento, el arte estaba supeditado en gran medida a las formas geométricas, como esenciales y puras. Aquí, la composición se engloba en un triángulo desde la cabeza de la Virgen hasta la base más ancha del conjunto. No hay que olvidar la relación entre el triángulo y la divinidad. Ni tampoco que esta figura expresa mejor que cualquier otra la idea de equilibrio y perfección que anima tanto el arte clásico como el renacentista.
  • El Tema: era la primera vez que el artista abordaba este tema iconográfico, luego repetido a lo largo de su vida con diversos tratamientos, que ponen de manifiesto su evolución artística y espiritual. La última de esta serie de Piedades sería la denominada Piedad Rondanini, que dejó inacabada al caer enfermo y morir, y cuyo patetismo, que anticipa el barroco, nada tiene que ver con la serenidad clásicamente renacentista de esta obra de juventud. El tema subraya, además, la profunda religiosidad del artista, que a lo largo de toda su vida se atormentó con la imagen de Cristo muerto sobre el regazo de su madre.
Vasari dijo de ella «es una obra a la que ningún artífice excelente podrá añadir nada en dibujo, ni en gracia, ni, por mucho que se fatigue, en poder de finura, tersura y cincelado del mármol»..

http://tom-historiadelarte.blogspot.com.es/2012/02/la-pieta-de-miguel-angel.html



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viernes, 20 de septiembre de 2013

REFLEJOS DE LUZ

Fuente:


Queridos hermanos y hermanas: Este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía. En esta prospectiva, quisiera proponer algunas reflexiones. 

1. La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso mis ionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las “periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.

2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones. La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “confines” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial cómo la tarea misionera, la tarea de ampliar los confines de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes» (Decr. Ad gentes, 37). Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. Invito a los obispos, a los sacerdotes, a los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.

3. A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad. A este respecto, Pablo VI usa palabras iluminadoras: «Sería… un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer… es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii nuntiandi, 80). Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús ha venido entre nosotros para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra. Con frecuencia, vemos que lo que se destaca y se propone es la violencia, la mentira, el error. Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (ibíd., 60). Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misi onero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.

4. En nuestra época, la movilidad generalizada y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo, familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión; anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación; anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien. El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su cam ino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza que se nos da por la fe. La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor. La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.

5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos –cada vez más numerosos– que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad– llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y da esperanza. Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago u n llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana. Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren por su escasez.

Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14,27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.

La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea reclamando la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.

Por último, me refiero a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes –aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos– que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida por permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia, y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

Benedicto XVI exhortaba: « ‘Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada’ (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras, y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).

Vaticano, 19 de mayo de 2013, Solemnidad de Pentecostés

FRANCISCO










Hoy se incorpora a la redacción de “Jesucristo en el cine” un gran experto en el cine con valores: Juan Jesús de Cózar lleva años impulsando iniciativas en favor de un cine más humano, familiar y formativo. Ahora trabaja como crítico y distribuidor de películas, sobre todo de aquellas que pueden enriquecernos como personas. Para este blog, hoy es un día de fiesta; y su colaboración, un regalo muy preciado. Su primer post es una reseña del filme “Incondicional”, que se estrena en toda España este viernes 20 de septiembre. ¡Bienvenido, Juan Jesús!

La distribuidora sevillana European Dreams Factory nos trae un nuevo filme en la línea del cine con valores que procura promocionar. Se trata de “Incondicional”, una película inspirada en hechos reales, escrita y dirigida por Brent McCorkle (The Rift , 2009). Es el primer filme de la compañía Harbinger Media Partners, cuyo objetivo es –en palabras de sus responsables–  “producir películas que inspiren a los espectadores en la búsqueda de Dios y el servicio a los demás”.

El guión está basado en la vida de Joe Bradford –más conocido como“Papá Joe”– que realizó una generosa labor asistencial con niños desfavorecidos de un barrio de Nashville. Con este mismo propósito, fundó en 2005, junto a su mujer Denise, la ONG Elijah's Heart.

A pesar de lo dicho hasta ahora, “Incondicional” no es simplemente una película bonita y positiva, porque no está exenta de cierta dureza y nos presenta también personajes atravesados por el dolor, la desesperación, la soledad, los sentimientos de venganza… Samantha Crawford (Lynn Collins, John Carter) es una escritora/ilustradora que lleva una vida feliz junto a su marido, Billy, hasta que éste es asesinado y su vida da un giro hacia la nada. Y cuando todo parece perdido y sin sentido para ella… Pero es mejor dejarlo aquí y no desvelar más la trama de un filme que armoniza melodrama y suspense, pasado y presente, culpa y redención, desaliento y esperanza.

“Nunca estás sólo”, le dice la abuela al pequeño Joe Bradford (Michael Ealy, Underworld: Awakening), cuando se encuentra hospitalizado y comprueba que su padre le ha abandonado. Y esta frase podría ser un buen resumen de la tesis de película: nadie está sólo, porque Dios siempre cuida de los suyos, directamente o a través de las personas que pone a su lado.

Posted: 19 Sep 2013 05:00 AM PDT