Credo:
“Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica”
Francisco Manuel JIMÉNEZ GÓMEZ
(Sacerdote diocesano de Ciudad Real)
Con Vosotros
Sí, por pura gracia de Dios pertenezco a la Iglesia católica. Para mí es un motivo de alegría llevar ese hermoso nombre, pertenecer a esa Iglesia, que habitada por el Espíritu Santo, es en el mundo presencia viva del Crucificado-Resucitado.
Creo en la Iglesia que plantaron los Apóstoles Pedro y Pablo y Juan y Andrés, y Tomás y Felipe y Bartolomé… aquellos que bebieron el cáliz del Señor y lograron ser amigos de Dios. La misma Iglesia que, desde sus comienzos se reúne para partir el pan y escuchar las enseñanzas de los apóstoles; la que por caminos diversos se congrega en una unidad admirable: ¡la única Iglesia de Cristo!
Creo en la Iglesia, en cuyo seno bautismal fui gestado a la Vida, en cuya mesa se sirve el pan Eucarístico, en cuya espacio no hay fronteras ni naciones, ni lenguas ni culturas porque caben todas y a todas purifica.
Creo en la Iglesia, la de los mártires y los santos, la de aquellos que fueron fieles incluso cuando tuvieron que beber la amargura del cáliz; la de los que también lo bebieron en el silencio de cada día, en la entrega de cada hora, en la generosidad derramada sin distinguir identidades.
Creo en la Iglesia, la criticada y calumniada, la pecadora y la santa; la de la historia bimilenaria de claroscuros y ambivalencias; la que me da ojos para ver y corazón para entender; la del contraste entre el pecado y la misericordia, la que pese a sus miserias siempre está ahí para vendar heridas, para acoger pródigos, para perderse en los arrabales del mundo.
Creo en la Iglesia, en la visible y en la que no se quiere ver, la que conserva el Vaticano y la que da esperanza en los pueblos y las aldeas; la experta en humanidad porque es consciente de sus debilidades; la que se acerca al enfermo y la que defiende la vida; a la que no estorba el dolor ni lo cubre con falsas compasiones.
Y creo en la Iglesia, aunque no esté de moda, con humildad y sin complejos, porque aunque reniegue de ella, tengo la certeza de que siempre estará ahí esperándome como una madre.
Por eso hoy,fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo, pedimos al Señor, al único Señor de la Iglesia, que nos conceda vivir de tal modo en su Iglesia que, perseverando en la fracción del pan y en la doctrina de los apóstoles, tengamos un solo corazón y una sola alma, arraigados firmemente en la fe y en su amor.
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