Primera lección de teología civil
28 de noviembre de 2015.
Si las mareas ofrecen bautizos y comuniones civiles, no queda más remedio que hacer una teología civil, porque no sería honrado usurpar estos ritos de paso sin asumir sus obligaciones. Los aspectos formales de esta boutade ya los despachó Roberto L. Blanco con extraordinario rigor y valentía. Pero dado mi afán de colaborar en la felicidad del pueblo, no puedo resistirme a sentar los fundamentos de una teología atea que ayude a ritualizar la civilidad.
Empezaremos por decir que si el bautizado es
un bebé, habrá que tener padrinos civiles que respondan por él. Pero si
el bautizado es adolescente habrá que exigirle un catecismo civil que
garantice que la víctima sabe dónde se mete. «¿Eres totalmente laico?»,
preguntará el alcalde. «Sí, por la Gracia de Dios». «¿Qué significa el
bautismo civil?», insistirá el oficiante. «Ser discípulo de usted y
seguir sus ordenanzas». «¿Y quieres ser bautizado?». «Sí», responderá el
crío. Y ya se le puede bautizar con agua con gas, para diferenciar esta
ceremonia de la credulidad fanática de los católicos. Claro que después
del bautizo hay que socializar al niño, que ya de pequeñito deberá
rezar civilmente: «Alcaldito de mi vida, fuiste niño como yo, por eso te
voto tanto y te doy mi corazón». O «Cuatro esquinitas tiene mi cama,
cuatro municipales que me la guardan».
Más complicada será la comunión civil, porque, antes
de recibirla, el interfecto, de 9 años, tendrá que confesarse con un
funcionario, decirle si respetó los semáforos y los pasos de cebra, y
cuántas papeleras volcó. Porque la confesión es esencial para el control
del comportamiento y la ortodoxia laica, y solo los niños absueltos y
con la penitencia cumplida podrán entrar en María Pita vestidos de
blanco, y cantando: «Vamos, niños, al plenario, que el edil llorando
está, pero viendo tantos niños muy contento se pondrá». Será entonces
cuando el oficiante, recordando las campañas electorales, repartirá
bocatas de jamón entre los niños, para que aprendan a compartir y a
formar un cuerpo místico municipal.
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