En
aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a
su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo
la fe que tenían, dijo al paralítico:
- «¡Animo, hijo!, tus pecados están perdonados».
Algunos de los letrados se dijeron:
- «Éste blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
-
«¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “tus pecados están
perdonados”, o decir “levántate y anda”? Pues para que veáis que el Hijo
del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…, dijo
dirigiéndose al paralítico: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu
casa”».
Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad. (Mateo 9, 1-8)
PARA LA VIDA
-
La acción salvífica, que Jesús aporta, abarca a la persona entera, ya
que el proyecto de Dios es a favor de TODAS las personas. Para el
evangelista Mateo, es necesario que el poder de Jesús alcance al pecado,
como aquello que bloquea a las personas para toda acción positiva. Por
eso, el primer mensaje al enfermo es precisamente ése: “tus pecados
quedan perdonados”. A partir de ahí, vendrá el resto. Aquí radica la
“autoridad” de Jesús.
-
Volvemos a encontrarnos con un hecho que tanto destacan los
evangelistas: la gente sencilla, la del pueblo “glorifica a Dios por
haber dado tal poder...” (7); mientras, los maestros de la Ley están en
otra onda distinta, acusando y rechazando el poder y la presencia de
Dios en Jesús y en su obra salvífica. Contraste patente: quienes
“sabían” mucho, no aciertan a descubrir el misterio de vida que Jesús
aporta; al contrario, los sencillos se encuentran plenamente con la
Buena Nueva de Dios y la acogen con gozo. Así, nosotros, somos invitados
a vivir el mismo proceso. La tentación de los “maestros de hoy” anida
también en nosotros, en lo más profundo de nuestro ser. Dejarme
reconciliar, para anunciar y ofrecer la vida de Dios, que conlleva el
perdón y la paz, es la TAREA que está a mi alcance y se me ofrece
constantemente. ¿Lo estoy deseando? ¿Lo busco...?
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
- «Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
-
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en
el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A
los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con
ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y
dijo:
- «Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
- «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
- «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
- «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Juan 20, 24-29
PARA LA VIDA
-
Tomás es alguien que no había entendido el sentido de la muerte de
Jesús; la concebía como un final y no como un encuentro con el Padre. Y
ahora, separado de la comunidad (“no estaba con ellos”, v. 24), no ha
participado de la experiencia común, no ha recibido el Espíritu ni la
misión. Su referencia todavía es el pasado. Por eso, le cuesta aceptar
que Jesús está vivo; exige una prueba individual y extraordinaria. Todo
un símbolo el de Tomás, símbolo de tantas historias personales.
-
Ahora, estando en la comunidad, Jesús “llega”, se hace presente
ofreciendo la paz. Ahora sí, Él será el “Señor” y será “mío”: la nueva
condición de Jesús, la toma Tomás como modelo, porque Jesús es Señor
entregando la vida, toda entera, como servicio a los suyos. Hasta ahí es
necesario llegar. Por eso, “dichosos los que crean sin haber visto” (v.
29): aquí se llega al final de ese proceso y camino de la fe, llegando a
entregar todo en favor de los demás, como Jesús mismo.
-
Está claro que el proceso de la fe no es algo teórico, sino llegar al
encuentro con el Señor Jesús como aquel que lo entrega todo como
servicio a los hermanos. Llegar ahí y vivir así, es la cumbre: “Dichosos
lo que crean...”. El apóstol, una vez más, me invita al ENCUENTRO,
hasta convertirle a Él en el “Señor mío y Dios mío”. ¡Me queda camino
por recorrer! Siempre es más fácil y sencillo quedar en el plano teórico
y no bajar a la vida, a las consecuencias.
A menudo, no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo hemos perdido.
A menudo esperamos hasta muy tarde para decir "Lo siento... estaba equivocado".
Algunas veces parece ser que herimos a aquellos a quienes mas amamos y a aquellos que mas cerca tenemos del corazón.
Demasiadas veces permitimos que cosas sin importancia aparten nuestras vidas.
Tal vez demasiadas veces dejamos que nimiedades trabajen negativamente en nuestra mente.
Y entonces es demasiado tarde cuando finalmente "vemos" aquello que nos hacia ciegos.
Por eso, asegúrate que dejas saber a las personas cuanto significan para ti.
Tomate el momento para decir "esas palabras" antes que el tiempo ya haya pasado.Aprecia y valora todo lo que tienes.
Y se agradecido por las pequeñas cosas de la vida que significan mucho.
No hay brisa si no alientas, monte si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia, vivir es este encuentro,
Tú por la luz y el hombre por la muerte.
Palabra de Dios: Mt 25, 31-40
“Cuando
el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles,
entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregados ante él
todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el
pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su
derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su
derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino
preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre,
y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y
me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.” Entonces los justos le
responderán: “Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o
sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te
acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la
cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que
cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos, más pequeños, a mí me lo
hicisteis”
El
camino nos da la oportunidad de conocer otras formas de vivir y de
mirar el mundo. Amplia nuestros horizontes y nos hace por ello más
humanas. Pero también nos da la oportunidad de sentirnos, quizá como
nunca antes en nuestras vidas, necesitadas de los demás, y por ello,
inmensamente frágiles y pobres. En el camino dejamos todas nuestras
seguridades y nos disponemos a aprender a recibir; a acoger como regalo
todo lo que los demás, los otros peregrinos, las gentes del camino,
quieran darnos y que nosotras necesitamos para nuestra propia
supervivencia. Caminemos hoy aprendiendo a hacernos pobres, pequeños…
Afortunado el hombre, afortunada la mujer
que, hasta el final, pueden sentir unas
manos haciendo el bien.
La mano que lava con atención.
La mano que viste con cuidado.
La mano que peina con amor.
La mano que toca con respeto.
La mano que consuela con el corazón.
Nadie puede vivir sin esa mano,
que es tierna, que guarda,
que protege e irradia consuelo
hasta el final.
El ser humano anhela esa otra mano.
Que cura todas las heridas,
que sana todos los dolores,
que enjuga todas las lágrimas
que da alas a ese amor sin el que
nadie puede estar.
Jesús dijo: “Yo soy el camino”, “Y nadie va al Padre sino por mi”. (Jn 4,6)que, hasta el final, pueden sentir unas
manos haciendo el bien.
La mano que lava con atención.
La mano que viste con cuidado.
La mano que peina con amor.
La mano que toca con respeto.
La mano que consuela con el corazón.
Nadie puede vivir sin esa mano,
que es tierna, que guarda,
que protege e irradia consuelo
hasta el final.
El ser humano anhela esa otra mano.
Que cura todas las heridas,
que sana todos los dolores,
que enjuga todas las lágrimas
que da alas a ese amor sin el que
nadie puede estar.
San Agustín nos dejó esto escrito: “Camina por el hombre y llegarás a Dios”.
Es mejor caminar cojeando por el camino justo que caminar deprisa pero
fuera de camino. Quien camina cojeando, cada paso que da le aproxima más
a la meta. Quien se aparta del camino, cuanto más avanza, más se aleja
de la meta.
Si
quieres acercarte hacia la meta, ya sabes el camino. “Nadie va al Padre
sino por Mí. Y el camino para llegar a Él pasa por el hombre. ¡A no
errar el camino!
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