En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla.
Se le acercó un letrado y le dijo:
- «Maestro, te seguiré a donde vayas».
Jesús le respondió:
- «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene, dónde reclinar la cabeza».
Otro, que era discípulo, le dijo:
- «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre».
Jesús le replicó:
- «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos». Mateo 8, 18-22
PARA LA VIDA
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Se nos ofrece un hecho en el caminar de Jesús, un relato en torno al
seguimiento. Y se destaca la radicalidad que supone dicho seguimiento. Y
no es que no va a encontrar ninguna seguridad especial a la “sombra del
Maestro”, sino que -al contrario- va a tener que vivir en la
inseguridad permanente. Incluso, la propuesta del “deja que los muertos
entierren a sus muertos” (v. 22) muestra la fuerza vital que entraña ese
seguimiento radical.
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Pero en este pasaje impresiona lo que el mismo Jesús vive, su estilo:
“no tiene dónde reclinar la cabeza” (v. 20). Su vida es una vida de
peregrino, de apóstol itinerante, desarraigado y pobre. Y esa su vida y
estilo está muy en consonancia con la propuesta radical que realiza en
los casos que nos ofrece el relato evangélico. Todo queda en segundo
orden, incluso valores tan vitales como la familia, los bienes. Él
camina realmente “ligero de equipaje”. ¡Vaya propuesta! Hoy, su
invitación viene a cruzarse con mi vida, con la de cada día. Su
itinerancia sigue siendo una propuesta para mí, para nosotros. Sugerente
y radical; y, sobre todo, a caminar “ligero de equipaje” ¿Cuántas
preguntas e interrogantes nacen dentro de mí? Y... ¡cuántas dudas de mi
capacidad de respuesta! Pero está claro: el seguimiento de Jesús (en
cualquiera de sus formas y expresiones) va en una línea de decisión
generosa. ¿Qué tal te sientes, hermano/a?
La ropa son elementos íntimos y privados que utilizamos las personas para vestir.
Hay
tantos estilos de ropa como estilos de personas: elegantes, informales,
deportistas, extravagantes, austeros, desenfadados...
El
respeto hacia la ropa de los demás, es en definitiva, el respeto a su
propia persona, a su forma de entender la vida, los hechos, el
trabajo...
En
unas mismas cuerdas podemos tender diferentes estilos de ropa de la
misma manera que en la vida encontramos variadas personalidades y formas
de enfrentarse a los acontecimientos diarios de la vida.
Cuando
decimos la expresión "poner al otro a tender" significa que estamos
criticando o juzgando su intimidad, su derecho a ser quien es.
Hagamos
de nuestra ropa, nuestra vida, un elemento de respeto hacia los demás
valorando los dones que Dios ha puesto en cada uno de nosotros y
acogiendo la diferencia que nos ofrecen los demás.
Encar_AM
Todos huimos de los peligros que nos acechan por temor a que nos hagan daño.
Hay
personas que desafían los peligros porque necesitan generar adrenalina
suficiente para valorar "la vida". Otras personas huyen de cualquier
situación que pueda alterar su estabilidad física y emocional sin
enfrentar la responsabilidad de arriesgarse cuando es necesario.
Las
hay, también, que corren peligros innecesarios, desafiando a las leyes
físicas y psicológicas creyendo que con eso se hacen más "fuertes".
Creo
que los peligros de la vida llegan por sí solos sin necesidad de salir
en su búsqueda y, de nosotros depende esconder la cabeza e ignorarlos o
afrontarlos con madurez y sensatez.
Los
"pequeños peligros" los vivimos a diario: la necesidad de ser lo que
somos, de vivir desde la coherencia, de predicar desde la vida aquello
que pronuncia nuestra boca, de ser fieles a los compromisos adquiridos,
de donar nuestro tiempo a los demás, de mirar con ojos bondadosos a
quien camina a nuestro lado...
No olvidemos nunca que en cualquier peligro de nuestra vida Dios está presente.
Encar_AM
Dice
una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En un
determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al
otro. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGO UNA BOFETADA EN EL ROSTRO.
Siguieron
adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había
sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el
amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: HOY, MI
MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA.
Intrigado, el amigo preguntó:
¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?.
Sonriendo, el otro amigo respondió:
Cuando
un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el
viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por
otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la
piedra de la memoria del corazón... dónde ningún viento en todo el mundo
podrá borrarlo.
"Se
necesita sólo de un minuto para que te fijes en alguien, una hora para
que te guste, un día para quererlo(a), pero se necesita de toda una vida
para que lo(la) puedas olvidar".
El árbol de la vida comienza su existencia cuando somos concebidos y se desarrolla con el paso de los años.
Hay árboles pequeños y otros más grandes, frondosos o secos, con flor o sin ella, agrietados o perfectamente recios...
Las ramas se desarrollan con el paso del tiempo expandiéndose a lo alto y a lo ancho.
El árbol es lo más parecido a la vida humana.
Un
tronco estable que somos nosotros mismos, un colorido único y especial
dependiendo de las opciones que realizamos. Unas ramas que simbolizan
los gestos que tenemos, la forma de ser y, sobre todo, cada cosa que
hacemos en nuestra vida.
Lo más
importante del árbol no es su apariencia externa, aunque sea importante
cuidarla, sino sus raíces. La profundidad y arraigo de las mismas será
lo que dé estabilidad al árbol. Del mismo modo, las raíces que echamos
en la vida y la profundidad desde donde vivimos las cosas es lo que
realmente da sentido a nuestra belleza exterior.
En
esa tierra donde se enraíza nuestra vida Dios está presente y nos
concede la fortaleza necesaria para crecer, madurar y Vivir.
Encar_AM
Una
alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro. El santo llevó
al alma a un recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por
unos grandes talleres llenos de ángeles. San Pedro se detuvo
frente
a la primera sección y dijo: "Esta es la sección de recibo. Aquí, todas
las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas". El
alma miró a la sección y estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles
clasificando peticiones escritas en voluminosas
hojas de papel de personas de todo el mundo.
Ellos
siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección, y San
Pedro le dijo: "Esta es la sección de empaque y entrega. Aquí, las
gracias y bendiciones que la gente pide, son empacadas y enviadas a las
personas que las solicitaron". El alma vio cuán ocupada estaba. Había
tantos ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo
empacadas y enviadas a la tierra.
Finalmente,
en la esquina más lejana del cuarto, el alma se detuvo en la última
sección. Para su sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocioso
haciendo muy poca cosa. "Esta es la sección del agradecimiento" dijo San
Pedro al alma.
"¿Cómo es que hay tan poco trabajo aquí?" preguntó el alma.
"Esto
es lo peor"- contestó San Pedro. "Después que las personas reciben las
bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento".
"¿Cómo uno agradece a las bendiciones de Dios?", volvió a preguntar el alma.
"Simple", contestó San Pedro, "sólo tienes que decir: -Gracias Señor-".
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