La
imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido
hecho con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios
para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más
fino de algodón. La trama del ayate es tan burda y sencilla, que se
puede ver claramente a través de ella, y la fibra del maguey es un
material tan inadecuado que ningún pintor lo hubiera escogido para
pintar sobre el.
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural,
una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser
entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es
imposible de describir aquí la rica y complicada simbología que contiene
este cuadro-códice porque cada detalle de color y de forma es portador
de un mensaje teológico.
El rostro
impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues
en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México.
María asume así el dolor de miles de niños,
los primeros de una nueva raza, rechazados entonces tanto por los
indios como por los conquistadores. El cuadro que se conserva en la
moderna Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41 pulgadas y la
imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas del mismo. La Virgen está de
pié y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las
tradicionales "Inmaculadas". Esta oportuna inclinación evita que el
empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la
Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa"
con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la
importancia del portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la
Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella
mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro
que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la
intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del
vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para
los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva
abiertas sus alas de águila.
El
Papa Juan Pablo II nos enseña que, ante la actual cultura de la muerte,
encontramos esperanza en la Virgen de Guadalupe, la gran abogada y
defensora de la vida humana. Ella apareció embarazada. Los indios
comprendieron que les visitaba la Madre de Dios. Tras la conversión, los
indios cesaron de ofrecer sacrificios humanos que hasta entonces eran
comunes. Por eso la Iglesia pide hoy día su intercesión para defender la
vida contra el genocidio del aborto y otras amenazas contra los
inocentes.
En
su cuarta visita a México, del 22 al 26 de enero de 1999, Juan Pablo II
puso a los pies de la Virgen el documento del sínodo de las Américas
que en aquella ocasión entregó a la Iglesia como fundamento para la
Nueva Evangelización que solo es posible por la obra del Espíritu Santo.
La Virgen es la que propicia la obra divina con su FIAT. Así es
corredentora con su Hijo Jesucristo. La cuarta visita del Papa a México
coincidió con el 26 aniversario de la legalización del aborto en USA,
poniéndose así de relieve la gran batalla mundial por la dignidad de la
vida humana.
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