En
esta fiesta de Pentecostés recordamos que esta tarea que tenemos por
delante de transformar el mundo, no es algo que dependa de mis fuerzas.
Nada podré hacer si no me dejo primero transformar por el Espíritu Santo
que recibo de Dios y que me habita. Si no dejo que sea él quien actúe a
través de mí. Si no dejo que sea él mi fuerza y mi ánimo.
No
es un trabajo fácil. Quizá hoy en pleno siglo XXI el asumir que algo no
depende de mí sea una de las tareas que más nos cuesta. Asumir con
humildad que no va a ser mi dedicación, mi trabajo o mi esfuerzo lo que
cambien mi vida o el mundo. Que sólo si escucho y dejo actuar al
Espíritu que Dios me envía estaré realmente ayudando a dar forma al
Reino de Dios. Y sobre todo, será entonces cuando podré ser testimonio
para otros de lo que significa ser cristiano y les podré transmitir la
verdadera alegría que me llena.
“Al
llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.
De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento impetuoso, y
llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas
como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. (Hechos 2, 1-4)
Aquí
he venido a estar con ustedes en esta noche bendita. Bendita noche en
la que me has convocado, la noche de la acción del Espíritu en el orbe
entero, vengo con algo deprisa, pues el mundo me requiere en muchos
lugares, y los cristianos como ustedes han de ENTENDER que soy
imprescindible en la explicación de las cosas de Dios. Ustedes han sido
la prioridad en la multiplicidad de compromisos que tengo.
En
este mundo que camina a pasos apresurados, entender las cosas requiere
prioridad, las cosas de Dios, sobre todo su Palabra, son esenciales en
la vida de los cristianos.
De
lo que sí estoy muy seguro es que Dios, que inició esta buena obra aquí
en su parroquia (capilla, decanato, zona, diócesis), la llevará a feliz
término el día que Cristo Jesús nos reúna en su Reino (Flp.1, 6).
Tienes
entonces una tarea muy significativa desde hoy, es ser discípulo de
Jesús, motivándote a conocerlo cada día más aprender más y más de su
Evangelio, de sus actitudes y sus ejemplos que él nos dejó, somos
cristianos porque CRISTO es nuestro horizonte de vida.
Por
lo tanto, difundiendo la Palabra de Dios, estas siendo signo de
ENTENDIMIENTO para quienes aún por diferentes circunstancias de la vida
aún no lo conocen.
Quiero
invitarte a que seas SAL Y LUZ DEL MUNDO, sobre todo en aquellos
lugares en donde Jesús aún no es conocido, ni amado y de un modo muy
especial ahí donde se necesite sentir al Señor mucho más cerca, con los
pobres, los enfermos, los presos, los jóvenes que están solos,
desesperanzados.
Soy
tu amigo, por ello nunca te abandonare en esta misión de llevar la
Buena Nueva y dar a entender al mundo que DIOS es PRIORIDAD en nuestras
vidas.
Estamos cansados de violencias y de guerras. Señor, te pedimos el Espíritu de la Paz.
Queremos
ser hombres de paz, de paz interior, apoyados en ti; de paz con
nuestros hermanos y con nuestros enemigos. Queremos luchar contra la paz
falsa, cuando sólo sea la tranquilidad de unos pocos. No queremos 'que
nos dejen en paz' ni buscar la paz metidos en un agujero. No renunciamos
a trabajar porque la paz se pueda vivir en la calle y en la fábrica, en
la plaza y en la Iglesia. Danos el Espíritu de los pacíficos, de los
que no usan la violencia, de los que perdonan y hacen las paces.
No
nos sirve un futuro sin paz o con la paz amenazada por las armas. No
aceptamos las pro-mesas de una paz levantada sobre hombres sometidos por
el peso de estructuras o de esta-dos. Esperamos la paz de los hombres
libres, y queremos hoy ir construyéndola respetando la libertad de cada
uno y apoyando la paz de todos.
Buscamos
la paz que no es pasotismo ni indiferencia por los problemas del
hermano Queremos la paz que trae la justicia, porque la otra no es paz
sino mentira, violencia callada que oprime y margina. Queremos la paz de
Jesús, no la que nos da el mundo, sino la de hablar con libertad y
compartir el pan con los hermanos.
Creo en el Espíritu Santo, “Señor y dador de ida”.
Creo
en su soplo, imperceptible pero lleno de fuerza, que nos estimula a
crear comunión con nuestros hermanos y formar una comunidad de salvados.
Creo que él nos hizo renacer en las agua del bautismo y nos constituyó hijos de Dios y hermanos de Cristo Jesús.
Creo
que en la confirmación se renueva la gracia de Pentecostés y,
fortalecidos con su unción, nos enviará como miembros de un pueblo
profético a dar testimonio de Cristo en medio del mundo.
Creo
que el nos constituye en una comunidad celebrante para glorificar a
Dios Padre y participar en el misterio de Cristo con la oración y los
sacramentos.
Creo
que él hace siempre actual la Palabra de Dios que se proclama en
nuestras celebraciones y suscita nuevas energías para que luego sea
vivida en nuestra existencia.
Creo
que él es quien suscita y anima nuestra oración, para que sea “en
espíritu y en verdad”: la oración de los hijos que se dirigen a Dios
como a su Padre.
Creo que él , a cuantos cada domingo , participamos en la eucaristía , nos llena de su energía, de su novedad, de su vida.
Creo que él es la sueva y eficaz memoria que nos hacer revivir día a día la Pascua salvadora de Cristo en nuestra vida.
Creo que él os anima a ser testigos y misioneros del evangelio de Cristo en nuestra familia y en nuestra sociedad.
Cuando decimos "las apariencias engañan" estamos
manifestando la sorpresa de haber creído que alguien era de una
determinada manera y descubrimos que no se corresponde con la realidad.
Podemos
creer, incluso "querer", a personas por sus valores, su forma de ser,
su sinceridad, su claridad en la vida y, con el tiempo, descubrir que
bajo esa piel de cordero se esconde un lobo que nos acecha y
desconocemos sus intenciones.
Es entonces cuando decimos "las apariencias engañan, pensé que tal persona no era lo que en realidad es".
Es en ese momento cuando nos viene la decepción, la duda e incluso el arrepentimiento por haber creído en esa persona.
Cierto
es que esto sucede en la vida y que es una pena que no nos mostremos
tal cual somos por temor a desconocer el interior del otro... pero
también es cierto que debemos hacer una y otra vez el ejercicio de creer
en los demás a pesar de que a veces esto ocurra.
La
piel de cordero se la ponen aquellos que desconfían de si mismos,
aquellos que ocultan su verdadero rostro, los que "no se quieren" por
dentro y los que caminan por el mundo insatisfechos.
Sí
eres de los que creen que merece la pena ser lo que eres y vivir lo que
vives... confía en que puedes ayudar a que la piel que cubre a los
lobos transparenten un corazón grande con tu testimonio y ejemplo de
vida.
Encar_AM
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