La vida es un camino.
Desde que nacemos es preciso partir.
Hay que ir dejando atrás muchas cosas: infancia, familia, hogar, ...
salir del presente y orientarse hacia el futuro .. y caminar ..
No podemos pararnos porque la vida sigue.
Lo importante es no dejar la propia ruta y no salirse del camino,
aunque a veces resulta difícil y cuesta arriba.
Pero no vamos solos.
Caminamos con los otros,
y Cristo también se hace compañero de camino.
Y el camino tiene una meta.
La vida tiene un sentido.
Al final del camino cenaremos juntos. Y se hará luz.
Entonces Percibiremos que el corazón ardía mientras hacíamos el camino.
Y nos vendrán las ganas de reemprender el camino,
de volver al encuentro de los que quedaron atrás.
Porque los otros también esperan que vayamos a decirles:
“Hemos visto al Señor".
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Señor:
enséñame a ver detrás de cada palabra, de cada hermano, alguien que se
esconde, que posee la misma profundidad o mayor que la mía, con sus
sufrimientos y sus alegrías, alguien que tiene vergüenza, a veces, de
mostrarse tal cual es: que no le gusta mostrarse ante los demás por
timidez o porque...quizá lo que mostró una vez fue lo mismo que nada.
Señor:
hazme descubrir detrás de cada rostro en el fondo de cada mirada, un
hermano, semejante a Ti y, al mismo tiempo, completamente distinto de
todos los otros.
Quiero,
Señor, tratar a cada uno a su manera, como Tú lo hiciste con la
Samaritana, con Nicodemo, con Pedro... como lo haces conmigo.
Quiero
empezar hoy mismo a comprender a cada uno en su mundo, con sus ideales,
con sus virtudes y debilidades, también, ¿por qué no?... ¡con sus
“manías”!
Ilumíname también para comprender a los que me dirigen, a los que tienen autoridad sobre mí.
Que comprenda aquellos a quienes estoy sujeto, de quienes, en cierta medida, dependo.
Ayúdame,
Señor, a ver a todos como Tú los ves, a valorarlos no sólo por su
inteligencia, su fortuna o sus talentos, sino por la capacidad de amor y
entrega que hay en ellos.
¡Que en el “otro” te vea a Ti, Señor!
Señor, que te vea detrás de cada rostro.
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