1.Es consciente de que continua la obra de Jesús. Intenta despertar el gusto por las cosas de Dios. El conocimiento y la escucha de la Palabra de Dios.
2.No es independiente. Está
en comunión con toda la Iglesia. Su misión no es hablar de aquello que
le parece sino de aquello que debe: Jesucristo es la Salvación.
3.Procura dar testimonio desde su fe. No es un profesional de la enseñanza. Su vida cristiana será el mejor recurso y el insustituible pilar para su apostolado.
4.Presenta y confía a Dios su responsabilidad.
Sabe que, en la oración, está su fuerza y que por lo tanto el Señor, en
el silencio y en la reflexión, le indica el camino a seguir.
5.Es responsable en su formación.
Asiste con entusiasmo a la formación de catequistas. Habla, con
conocimiento y consistencia, de las verdades fundamentales del
cristianismo y de la Iglesia.
6.San Pio X llegó a decir “Ser catequista es el apostolado más grande de nuestros días”. El
catequista es consciente de que, su misión, es hacer llegar el mensaje
de salvación donde educadores o padres no pueden o no están interesados
en hacerlo.
7.No siente el agobio del tiempo. El
catequista siempre dispone de tiempo para Dios. Es sabedor de que, el
Padre, merece una dedicación entregada, confiada y sin excusas.
8.El secreto del catequista no está en sus habilidades. Su
poder y su rearme está en la Eucaristía. Un catequista sin Eucaristía
es como un río cuyo cauce puede secarse en cualquier momento.
9.Es reflexivo y metódico. Prepara
con tiempo su catequesis. No es buena la improvisación. Entre otras
cosas, la invención, significa rutina, desencanto y falta de respeto
hacia los demás.
10.Supera las dificultades.
Sabe que, la fe, es mirar a la cruz. Y, en la cruz, Jesús nos habla de
la confianza. Nos invita a esperar contra toda esperanza. ·”Todo lo que
hagáis a estos pequeños, me lo hacéis a mí”
P. Javier Leoz
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