Ninguno
tocamos los cactus por temor a herirnos. Son frutos de la naturaleza
que resaltan por su belleza pero no podemos acercarnos porque hay algo
que nos impide conocer su interior, nos quedamos con lo puramente
externo, con lo que ven nuestros ojos.
En
la vida encontramos personas que se visten de púas para que no nos
aproximemos a ellas, son aquellas personas celosas de sí mismas, que no
quieren darse a conocer, que viven a gusto con lo que tienen dentro y
que se muestran ariscas con los demás.
Pueden ser personas bellas pero... nunca lo sabremos porque desconocemos lo que piensan lo que viven, lo que anhelan.
Igualmente
nosotros también nos vestimos a veces que púas por temor a ser dañados.
Cuando no nos sentimos acogidos en aquello que somos, pensamos y
vivimos... desplegamos el filo que hiere e impide darnos a conocer en lo
más profundo de nosotros mismos.
A veces esas púas son necesarias, hay momentos en los que es conveniente salvar distancias para auto-defendernos.
Sea como sea... una cosa es clara... debajo de esos pinchos hay vida, agua, sabia, temporalidad y frescor.
Cuando
la vida te obligue a estirar las púas de tu interior ¡no temas!. Nada
sucede por azar y es posible que esos pinchos te ayuden a darte cuenta
que antes o después tu verdad y aquello que eres habla por si mismo sin
necesidad de dañar a los demás.
Encar_AM
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