Posted: 13 Dec 2012 08:30 AM PST
Los
primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que
preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los
siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue
urgiendo a preparar caminos que nos permitan acoger a Jesús entre
nosotros.
Lucas
ha resumido su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías:
"Preparad el camino del Señor". ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia
de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro
tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras
comunidades?
Lo
primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más
vivo con su persona. No es posible alimentarse solo de doctrina
religiosa. No es posible seguir a un Jesús convertido en una sublime
abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él, dejarnos atraer
por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser
humano.
En
medio del "desierto espiritual" de la sociedad moderna, hemos de
entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se
acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos
creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en
torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que
penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos
y esperanzas.
No
lo hemos de olvidar. En los evangelios no aprendemos doctrina académica
sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los
siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y
en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca
el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.
La
experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer
a una fe nueva, no por vía de "adoctrinamiento" o de "aprendizaje
teórico", sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la
fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida
cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el
evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de
Jesús.
Recorriendo
los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa
del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto
todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido,
verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de la "nueva
evangelización" consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con
Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.
José Antonio Pagola
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