viernes, 21 de diciembre de 2012
PADRE,
que miras por igual a todos tus hijos
a quienes ves enfrentados.
NUESTRO, de todos.
De los cerca de 5.000 millones de personas,
que poblamos la tierra,
sea cual sea nuestra edad,
color o lugar de nacimiento.
QUE ESTÁS EN EL CIELO,
y en la tierra, en cada hombre,
en los humildes y en los que sufren.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE,
pero no con el estruendo de las armas,
sino con el susurro del corazón.
VENGA A NOSOTROS TU REINO,
el de la paz, el del amor.
Y aleja de nosotros
los reinos de la tiranía y de la explotación.
HÁGASE TU VOLUNTAD
siempre y en todas partes.
En el cielo y en la tierra.
Que tus deseos no sean obstaculizados por los hijos del poder.
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA
que está amasado con paz, con justicia, con amor.
Aleja de nosotros el pan de cizaña
que siembra envidia y división,
porque mañana puede ser tarde:
la guerra amenaza y algún loco puede iniciarla.
PERDONA NUESTRAS OFENSAS
no como nosotros perdonamos,
sino como Tú perdonas, sin dar lugar al odio.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
de almacenar lo que nos diste,
de acumular lo que otros necesitan,
de mirar con recelo al de enfrente.
LÍBRANOS DEL MAL QUE NOS AMENAZA EN ESTE ADVIENTO:
de las armas, del poder, de la sociedad de consumo,
de vivir montados en el gasto, porque somos muchos, Padre,
los que queremos vivir en paz.
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