Poema de un hijo difunto a su Madre
No llores si me amas,
si conocieras el don de Dios
y lo que es el Cielo.
Si pudieras oír el cántico de los ángeles
y verme en medio de ellos.
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos
los horizontes, los campos inmensos
y los nuevos senderos que atravieso.
Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la Belleza ante la cual las bellezas palidecen.
¡Cómo!… Tú me has visto y me has amado
en el país de las sombras
y no te resignas a verme y a amarme
en el país de las inmutables realidades?
Créeme, cuando la muerte venga
a romper tus ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban;
cuando llegue el día que Dios ha fijado
y conoce y tu alma venga a este Cielo
en el que te ha precedido la mía.
Sentirás que te sigo amando como te amé.
y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme en transfiguración,
en éxtasis feliz,
ya no esperando la muerte,
sino avanzando contigo,
llevándote de la mano por los nuevos senderos
de la luz y de la vida.
Seca tus lágrimas y no llores si me amas.
San Agustín
sábado, 20 de abril de 2013
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