Elogio de la música de Valiván
por Raúl del Toro
Hace cierto tiempo que tenía pensado dedicar un artículo a la música de Valiván, que he conocido recientemente. Aprovechando que Infocatólica presenta hoy un artículo
dando a conocer la labor de esta iniciativa he considerado oportuno
retrasar un poco el siguiente artículo que tenía previsto, segundo de la
serie sobre la introducción del órgano de tubos en la liturgia de la
Iglesia, y hablar aunque sea un poco sobre la música de Valiván.
Valiván es una empresa familiar que se dedica a crear productos audiovisuales de contenido cristiano. En mi casa los tenemos desde hace algún tiempo haciendo las delicias de los pequeños. El trabajo de Valiván me merece la mejor de las opiniones y creo que merecería una medalla aunque sólo fuera por esta frase de su web:
Queremos que la Iglesia ame su tradición artística y no se acompleje de su pasado, pues nos hemos arrinconado en un modernismo sin raíces, como si el Espíritu sólo hubiera soplado a partir del último Concilio.
A mi juicio este es uno de los aspectos más interesantes de su línea de trabajo. Orientan su trabajo hacia los niños sin caer en la simplonería de la que adolecen tantos productos en este campo. Buscan y consiguen transmitir los contenidos de la fe católica de modo comprensible y atractivo para los niños, pero sin dejarse ahogar en el mal gusto y la orfandad cultural en que suelen naufragar los que pretenden amortiguar la reciedumbre del Evangelio con el turbio celofán de la actual cultura de masas.
Esta es también la nota predominante en sus canciones. En cuanto a la letras, basten unos pocos ejemplos:
¿Alguien habría imaginado que el texto de una pieza musical recogida en un libro del siglo XVI titulado “Villancicos de diversos autores, a dos, y a tres, y a quatro, y a cinco bozes, agora nuevamente corregidos. Ay mas ocho tonos de Canto llano, y ocho tonos de Canto de Organo para que puedan aprovechar los que a cantar començaren” sería utilizado por alguien para componer una canción destinada a los niños del siglo XXI? Pues es el caso del villancico No la debemos dormir de Fray Ambrosio de Montesinos, poeta de la corte de los Reyes Católicos, cuyo texto es utilizado en una de las canciones del CD de canciones de Navidad preparado por Valiván.
Lo mismo cabe decir del Eres niño y has amor con letra de Fray Íñigo de Mendoza (1425-1507), del Zagalejo de perlas sobre el famoso texto de Lope de Vega, o de los varios himnos de la Liturgia de las Horas que también son musicalizados en el disco. Es decir, alimento fuerte y sano para el espíritu, nada que ver con esa severísima dieta de abstinencia intelectual que, de la mano de ciertas opiniones pedagógicas muy de progreso y muy a la moda, viene debilitando el desarrollo cultural de los niños desde hace décadas, con las consecuencias conocidas.
También la música responde bien a este saludable planteamiento. No es ni pretende ser música litúrgica, por lo que no hay lugar aquí para las observaciones habituales en este blog sobre la inspiración en el canto gregoriano, el uso del método polifónico o las indicaciones de San Pío X y de la Sacrosanctum Concilium. Pero aun así el buen instinto del compositor le ha llevado a conectar con la buena tradición histórica de la música popular.
Efectivamente, siempre ha existido un estilo de música popular, sencillo, ligero y accesible. Cuando los criterios sobre la música litúrgica estaban bastante más claros que ahora se distinguía con naturalidad del estilo eclesiástico, en el que la bondad de formas y la cualidad de verdadero arte se traducían continuamente en composiciones artísticas suficientemente elaboradas conforme a la destreza del oficio, primicias de la capacidad musical humana que debían ofrendarse en el culto divino.
Esa buena y noble música popular, cuyo rastro ha sido fácil seguir en ciertas regiones hasta casi mediado el siglo XX, bebía de las mismas fuentes que el canto gregoriano y aparecía como una rama más del árbol musical de la Cristiandad europea: profundo en sus raíces, robusto en la línea troncal de su crecimiento, armónico en el despliegue de su ramaje y de una fertilidad inigualada en sus frutos.
Con esta buena y verdadera tradición es con la que conecta la música de Jaime Olguín, el compositor de Valiván, quien muy acertadamente se ha desentendido de los tópicos musicales de esa embrutecida industria sonora en que abrevan la sociedades de consumo de la postmodernidad. Fardo del que, por desgracia, no han querido o no han podido zafarse otros ambientes musicales del catolicismo actual: ya sea la desventurada floración de canciones paralitúrgicas del postconcilio, o tantas actividades lúdicas y pedagógicas en colegios, catequesis y grupos juveniles. Dios quiera que cunda el ejemplo.
Fuente:
http://infocatolica.com/blog/conarpa.php/1212010533-elogio-de-la-musica-de-valiva
Valiván es una empresa familiar que se dedica a crear productos audiovisuales de contenido cristiano. En mi casa los tenemos desde hace algún tiempo haciendo las delicias de los pequeños. El trabajo de Valiván me merece la mejor de las opiniones y creo que merecería una medalla aunque sólo fuera por esta frase de su web:
Queremos que la Iglesia ame su tradición artística y no se acompleje de su pasado, pues nos hemos arrinconado en un modernismo sin raíces, como si el Espíritu sólo hubiera soplado a partir del último Concilio.
A mi juicio este es uno de los aspectos más interesantes de su línea de trabajo. Orientan su trabajo hacia los niños sin caer en la simplonería de la que adolecen tantos productos en este campo. Buscan y consiguen transmitir los contenidos de la fe católica de modo comprensible y atractivo para los niños, pero sin dejarse ahogar en el mal gusto y la orfandad cultural en que suelen naufragar los que pretenden amortiguar la reciedumbre del Evangelio con el turbio celofán de la actual cultura de masas.
Esta es también la nota predominante en sus canciones. En cuanto a la letras, basten unos pocos ejemplos:
¿Alguien habría imaginado que el texto de una pieza musical recogida en un libro del siglo XVI titulado “Villancicos de diversos autores, a dos, y a tres, y a quatro, y a cinco bozes, agora nuevamente corregidos. Ay mas ocho tonos de Canto llano, y ocho tonos de Canto de Organo para que puedan aprovechar los que a cantar començaren” sería utilizado por alguien para componer una canción destinada a los niños del siglo XXI? Pues es el caso del villancico No la debemos dormir de Fray Ambrosio de Montesinos, poeta de la corte de los Reyes Católicos, cuyo texto es utilizado en una de las canciones del CD de canciones de Navidad preparado por Valiván.
Lo mismo cabe decir del Eres niño y has amor con letra de Fray Íñigo de Mendoza (1425-1507), del Zagalejo de perlas sobre el famoso texto de Lope de Vega, o de los varios himnos de la Liturgia de las Horas que también son musicalizados en el disco. Es decir, alimento fuerte y sano para el espíritu, nada que ver con esa severísima dieta de abstinencia intelectual que, de la mano de ciertas opiniones pedagógicas muy de progreso y muy a la moda, viene debilitando el desarrollo cultural de los niños desde hace décadas, con las consecuencias conocidas.
También la música responde bien a este saludable planteamiento. No es ni pretende ser música litúrgica, por lo que no hay lugar aquí para las observaciones habituales en este blog sobre la inspiración en el canto gregoriano, el uso del método polifónico o las indicaciones de San Pío X y de la Sacrosanctum Concilium. Pero aun así el buen instinto del compositor le ha llevado a conectar con la buena tradición histórica de la música popular.
Efectivamente, siempre ha existido un estilo de música popular, sencillo, ligero y accesible. Cuando los criterios sobre la música litúrgica estaban bastante más claros que ahora se distinguía con naturalidad del estilo eclesiástico, en el que la bondad de formas y la cualidad de verdadero arte se traducían continuamente en composiciones artísticas suficientemente elaboradas conforme a la destreza del oficio, primicias de la capacidad musical humana que debían ofrendarse en el culto divino.
Esa buena y noble música popular, cuyo rastro ha sido fácil seguir en ciertas regiones hasta casi mediado el siglo XX, bebía de las mismas fuentes que el canto gregoriano y aparecía como una rama más del árbol musical de la Cristiandad europea: profundo en sus raíces, robusto en la línea troncal de su crecimiento, armónico en el despliegue de su ramaje y de una fertilidad inigualada en sus frutos.
Con esta buena y verdadera tradición es con la que conecta la música de Jaime Olguín, el compositor de Valiván, quien muy acertadamente se ha desentendido de los tópicos musicales de esa embrutecida industria sonora en que abrevan la sociedades de consumo de la postmodernidad. Fardo del que, por desgracia, no han querido o no han podido zafarse otros ambientes musicales del catolicismo actual: ya sea la desventurada floración de canciones paralitúrgicas del postconcilio, o tantas actividades lúdicas y pedagógicas en colegios, catequesis y grupos juveniles. Dios quiera que cunda el ejemplo.
Fuente:
http://infocatolica.com/blog/conarpa.php/1212010533-elogio-de-la-musica-de-valiva
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