La
Eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11). En
este día del Corpus Christi nuestros ojos se concentran totalmente en el
núcleo de la custodia. En ella, ante el mundo, manifestamos
públicamente que sólo el Señor es digno de ser adorado. Que, sólo el
Señor, va por delante de nosotros indicándonos con su vida entregada,
radicalmente sacrificada llamándonos a ser custodias del Amor Divino,
pregoneros de su presencia, brazo prolongado de su inagotable caridad
allá donde la Iglesia tenga que salir al paso de la pobreza y
necesidades.
1.¡DIOS ESTÁ AQUÍ Y NOSOTROS CON ÉL!
Celebramos,
saboreamos, vivimos y adoramos la Eucaristía. Sigue siendo, y siempre
lo será, un alimento imprescindible para todos los cristianos. Si ya de
por sí es difícil mantener el tipo de una vida evangélica con el auxilio
de este Sacramento, qué difícil resulta –por no decir imposible- dar
testimonio de una fe (convencida, contrastada no descafeinada) sin el
Pan de los Ángeles. La primera consecuencia de que hemos celebrado el
“Dios aquí” es que, a continuación, las consecuencias son
comprometedoras:
-Donde existe odio, trabajaremos por el entendimiento
-Donde brota la venganza, ofreceremos el perdón
-Donde surgen las distancias, buscaremos el abrazo y la unión
-Donde brilla el egoísmo, propondremos siempre la caridad
2.¡DIOS ESTÁ AQUÍ Y NOSOTROS CON ÉL!
Nadie,
pero nadie, puede poner en duda nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo
(su Iglesia). Como cristianos no podemos confundir la caridad con la
solidaridad.
-La caridad no
entiende de límites (todo ser humano tiene la puerta abierta a ella). La
solidaridad, por el contrario, puede ser utilizada como instrumento
ideológico e ideologizante
-La
caridad apunta más allá de las personas (no espera recompensa). La
solidaridad, en algunos momentos, si no es agasajada y aplaudida, va
decreciendo hasta desaparecer.
-La caridad viene de Dios (surtidor inagotable de amor). La solidaridad puede surgir espontáneamente pero morir allá donde nace.
-La
caridad es consecuencia de la vida cristiana (del encuentro con
Cristo). La solidaridad, a golpe de sentimiento, viene condicionada por
una situación puntual y sin más perspectiva futura.
Quien
se ha encontrado con Dios, en el pan multiplicado, está llamado a ser
caridad viva, caridad continua e incomprendida, pensamiento y palabras,
con las manos abiertas y el corazón abierto.
3.¡DIOS ESTÁ AQUÍ Y NOSOTROS CON ÉL!
Pero,
también el Señor, tiene derecho a nuestra caridad. En este día del
CORPUS CHRISTI le decimos que Él es la inspiración de muchas iniciativas
de la Iglesia (incluida Cáritas). Que, nuestros amores humanos, sirven
de poco y se debilitan pronto cuando lo intentamos arrinconar en la
sacristía o reducirlo a la esfera de lo privado.
En
este día del Corpus, los católicos, nos vestimos de gala por fuera para
decir al mundo que, nuestra fiesta, es vivir con el Señor y en el
Señor. Que nuestra vida, sin la Eucaristía, no sería la misma. Que
nuestra opción por los más necesitados (y la Iglesia es vanguardista
como nadie en ese terreno) no es por simple altruismo o solidaridad: nos
urge y nos empuja el amor de Dios que, dentro de una custodia, nos
invita a ser trampolines de amor y de justicia.
El
día del Corpus Christi es un día en el que, el Señor, sale a nuestras
calles y plazas para dar un poco de vista al ciego, oído al sordo, pan
al hambriento, fe al incrédulo, vida al que hace tiempo la ha cambiado
por el pesimismo, la depresión o el desencanto.
El
día del Corpus Christi, hoy más que nunca, es una llamada a poner al
Señor en el centro de nuestras miradas. Siempre será esencial el amor al
prójimo (mandamiento de obligado cumplimiento) pero ¿acaso Cristo no se
merece, por un día, por unas horas…miradas de amor, pétalos de rosa,
incienso y adoración, campanas y regocijo, música y romero, cantos y
silencio, oración y contemplación?
Porque, Dios está aquí, hoy sentimos la necesidad de estar nosotros con Él.
-Si el Señor va en la custodia, nosotros estamos llamados a custodiar su testamento espiritual: el amor
-Si
el Señor salta del sagrario a las calles y plazas para encontrarse con
la humanidad, también nosotros tendremos que ser más ambiciosos para
proponer y presentar la fe más allá de los muros de un templo
-Si
el Señor es aclamado en este día como Rey de reyes, también nosotros
tendremos que descubrir en el rostro de los más sufridos o perseguidos,
el tesoro que en este día desfila a lo largo y ancho de nuestro mundo en
la procesión del Corpus: el amor infinito de Dios en la Eucaristía.
¡DIOS ESTÁ AQUÍ! ¡VAYAMOS NOSOTROS CON ÉL!
Javier Leoz
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