Un padre había dispuesto en el lecho de muerte que la mitad de sus bines fuese para el hijo mayor, una tercera parte para el segundo y una novena parte para el más joven. El total de la herencia constaba de 17 camellos. Y por más vueltas que los hijos daban al problema después de la muerte de su padre, no encontraban ninguna solución, salvo el descuartizamiento de algunos animales. Cierto día que un “mullá” (predicador itinerante) cabalgaba por allí, decidieron pedirle consejo. El predicador, tras unos instantes de meditación, les dijo: “La solución es que yo añada mi camello al vuestro, así tenemos 18, y tú, el mayor, recibes la mitad, es decir, nueve. A ti, segundo, te daremos una tercera parte, es decir, seis. Y al más pequeño le entregaremos una novena parte de 18, es decir, dos camellos. Nueve, seis y dos suman diecisiete; por tanto sobra uno, a saber, el mío”. Y, diciendo esto, se marchó, dejando a los tres hermanos convencidos de que la generosidad siempre encuentra respuesta a los problemas de reparto.
Señor
Jesús: A veces nosotros nos metemos en una discusión, como le ocurrió a
los tres hermanos, en la que nadie quiere ceder y se quedan los
problemas enquistados. Por el contrario, cuando hay ingenio, generosidad
y ganas de solucionar las cosas, todo sale adelante. Ayúdanos a
ejercitar estas buenas cualidades. Te pedimos por esas personas que van
por la vida llenas de generosidad ayudando a los otros a solucionar sus
problemas.
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