viernes, 3 de agosto de 2012


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Nadie que conociera a Carlos Ballbé habría apostado por verle algún día en la Villa Olímpica con un rosario. Lo de participar en unos Juegos lo tenía escrito en la cara desde pequeño. Cogió un stick a los cinco años, triunfó en el Mundial sub’21 y su talento provocó que emigrase a Alemania, a la Liga más potente del planeta. Pero lo del rosario digamos que no era lo que más le pegaba. Toda su vida, «Litus» –como le conoce todo el mundo del hockey– había sido un «crápula», un «hombre más de noche que de día», «un pieza», «un desastre», un ligón en toda regla, el «novio que ningún padre querría para su hija». Así que cuando dijo que quería ser cura «todos alucinaron bastante».

Los más sorprendidos fueron sus compañeros de equipo, que hoy siguen gastándole bromas para ir poco a poco asimilando su futuro después de los Juegos. Si ya es difícil encontrar hoy a jóvenes que sientan la llamada de Dios, resulta casi único toparse con que uno de ellos compitiendo con la Selección de hockey que ayer se estrenó en Londres con un empate (1-1) ante Pakistán.

«Litus» es «el seminarista de los Juegos» y es tal el interés que ha despertado en la Prensa de todo el mundo que su entrenador le ha aislado para que pueda concentrarse. Para hablar con él, una se tiene que colar en el vestuario cual «groupie», de la misma manera que antaño lo hacía su club de fans. Porque a sus 27 años, «Litu» ha tenido novias «y muchas» que también se quedaron «heladas» con la noticia. «Pero es lo que hay. Yo había estudiado en La Obra y es cierto que era de ir a Misa todos los domingos, pero nunca me planteé ser seminarista hasta que un día me di cuenta que era esto lo que me hacía más feliz», dice tras el empate.

El proceso fue largo. En 2005 pidió a Dios ayuda mientras competía en el Mundial sub’21. Hicieron historia. Así que no le quedó más remedio que cumplir su promesa e ir a Medjugorje (el famoso pueblo de Bosnia-Herzegovina donde la Virgen se apareció a una niña). A su vuelta siguió con sus «fiestas hasta el amanecer» habituales. Pero luego hizo un segundo viaje y hasta un tercero y poco a poco se fue centrando. «Tanto en el terreno deportivo como en el humano, las cosas empezaban a tener sentido y decidí meterme en el seminario», comenta.

Uno de los sacerdotes le aconsejó no dejar el hockey y gracias a Dios –nunca mejor dicho– le hizo caso. La cita con Pekín no fue posible, pero en esta ocasión un pacto con el seminario de Barcelona y el Club Atlético Terrassa han logrado que el atleta haya podido cumplir su sueño.

«Mis compañeros no paran de gastarme bromas y dicen que hago todo esto para lavar mi imagen. Están convencidos de que algún día saldrá el ‘‘Litus’’ de antes. Incluso hay algunos que intentan buscarme novia. Pero yo sé que dentro de mi hay algo que ha cambiado. Y estoy más feliz que nunca», explica. Cada noche eso sí, reza por alcanzar el objetivo del equipo: llegar a semifinales. Luego, tras Londres 2012, el seminarista seguirá vinculado al Hockey pero a «otro nivel» porque tiene claro que su camino ya no está sobre la hierba con una Selección que está llamada a luchar por las medallas.

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