martes, 16 de octubre de 2012


“Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdadera humildad, y en sus santos, y ennoblecerse ha el entendimiento ­como he dicho­ y no hará el propio conocimiento ratero y cobarde (I Moradas 2,11). 

Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? ¿Qué hacer? ¿Qué sendero tomar? ¿En qué está el arte de vivir? ¿Por qué no somos felices? ¿Cuándo se puede decir, en verdad: ‘esto es vida’? ¿Dónde está el misterio de la vida en su máxima expresión? ¡Qué buenas son las preguntas! Surgen también en medio de las crisis, desestabilizan, apuntan en dirección a la verdad, desvelan la sed del corazón que quiere más vida. Orar es atreverse a preguntar a Jesús. Y cuando te pregunto, Jesús, y me quedo aguardando, ¿responderás a mi silencio?   

Ya sabes los mandamientos. Jesús responde implicándonos en la respuesta. ¿Qué riqueza humanizadora llevamos dentro, guardada? Es hora de sacarla a la luz, de vivir la coherencia con los valores escondidos en el corazón. Pero ¿qué pasa si, aun guardando los mandamientos, se abre paso en los adentros una inquietud persistente añorando algo más? Es hora, entonces, de mirar y escuchar a Jesús; tiene propuestas radicales para nosotros. Mi corazón te busca, Jesús. Tú también me buscas. Háblame.  

Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres y sígueme. Dice Jesús, que nos conoce a fondo, que algo nos falta. ¿Qué es? ¿Qué le falta a nuestro corazón? Nos falta vender todos esas lógicas humanas (dinero, prestigio, poder) sobre las que cimentamos la vida, y dárselas a los pobres, a los que no cuentan, a los que no tienen valor. Y, después, seguir a Jesús, poner en Él los ojos, ir con Él; no hay mayor riqueza. Ven, Jesús, Orienta mi vida con tu Palabra. Que no quiero que se me escape esta vida sin vivir en plenitud la que Tú me ofreces.

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Excusas hay muchas, las podemos visualizar con valentía en la oración, pero está en juego la vida. La verdad de Jesús puede quedar desplazada por no querer dejar lo que no nos da vida, pero el sinsentido seguirá en el corazón. Creíamos usar el dinero, pero es él quien nos usa; nos creíamos sus señores, pero él es nuestro dueño. Jesús sigue esperando; la eficacia de su Palabra se muestra en nuestra respuesta. Quiero dejarme vencer por tu Palabra, sin excusas. Ayúdame con la fuerza de tu Espíritu.

¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! ¿Tan difícil es seguir el camino de Jesús? ¿Tan difícil es quedarnos mirando a Jesús en silencio adorador? ¿Tan difícil es abrir las manos para recibir gratuitamente la gracia y entrar en su Reino? Para Dios no hay nada imposible. Los pobres nos marcan el camino para ser pobres. La ternura nos reconcilia con todo. Estar con los débiles nos permite ver a Jesús y seguirle. Jesús, pongo en ti mis ojos. Entrar en tu Reino es una gracia. Gracias.

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