Con
gran preocupación vio el ratón que el dueño de la hacienda había
comprado una ratonera: ¡había decidido matarlo! Comenzó a alertar a
todos los otros animales: – ¡Cuidado con la ratonera! ¡Cuidado con la
ratonera!
La gallina, al oír los
gritos, le dijo que se callara: –Mi querido ratón, sé que para ti eso es
un problema, pero a mí no me puede afectar en absoluto. Así que no
armes tanto escándalo.
El ratón fue a hablar con el cerdo, que, al ver su sueño interrumpido, se sintió molesto. – ¡Hay una ratonera en la casa!
–Entiendo
tu preocupación, y me solidarizo contigo –respondió el cerdo–. Por lo
tanto, te prometo que te tendré presente en mis oraciones esta noche;
más no puedo hacer por ti.
Más
solitario que nunca, el ratón fue a pedir ayuda a la vaca. –Mi querido
ratón, ¿qué tengo yo que ver con eso? ¿Has visto alguna vez que una vaca
haya muerto en una ratonera?
Al
ver que no conseguía la solidaridad de nadie, el ratón volvió a su casa
de la hacienda, se escondió en su agujero y se pasó la noche entera en
vela, con miedo de que le sucediese una tragedia. Durante la madrugada
se oyó un barullo: ¡la ratonera acababa de atrapar algo!
La
mujer del hacendado bajó a ver si había muerto el ratón. Como estaba
oscuro, no vio que lo que había caído en la trampa era una serpiente
venenosa. Cuando se acercó, la serpiente la mordió. El hacendado, al oír
los gritos de la mujer, se levantó y la llevó inmediatamente al
hospital. Allí recibió tratamiento y después volvió a casa. Sin embargo,
seguía con fiebre. Como sabía que no hay mejor remedio para el enfermo
que un buen caldo, el hacendado mató a la gallina.
La
mujer empezó a recuperarse, y como los dos eran muy queridos en la
región, los vecinos acudieron a visitarlos. Ante tal demostración de
cariño, el hacendado, agradecido, mató al cerdo para poder ofrecer una
comida a sus amigos.
Finalmente,
la mujer terminó de recuperarse, pero los costes del tratamiento habían
sido muy altos. El hacendado tuvo que llevar su vaca al matadero para
pagar, con el dinero recaudado con la venta de la carne, todos los
gastos.
El ratón, testigo de todo,
no dejaba de pensar: «Y bien que se lo advertí. ¿No habría sido mejor
si la gallina, el cerdo y la vaca hubiesen comprendido que el problema
de uno de nosotros nos pone a todos en peligro?»
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