viernes, 5 de octubre de 2012















Sin tregua Jesús,  me interpelas y me preguntas: “¿Quién dices que soy yo?”.

Tú eres aquel que me ama hasta en la vida que no acaba.
Tú me abres el camino del riesgo.
Me precedes en el camino de la santidad, donde es feliz aquel que muere de amar, donde el martirio es la respuesta última.
Día tras día Tú transfiguras en un sí el no que está en mí.
Tú me pides no unas migajas, sino toda mi existencia.
Tú eres aquel que, de día y de noche, oras en mí sin que yo sepa cómo.

Mis balbuceos son mi oración: llamarte diciéndote solamente el nombre de Jesús colma nuestra comunión.
Tú eres aquel que cada mañana coloca en mi dedo el anillo del hijo pródigo, el anillo de la fiesta.
Y yo, ¿por qué he dudado tanto tiempo?
Tú incansablemente me buscabas.

¿Por qué he sido indeciso, pidiendo que se me deje tiempo ocupándome de mis asuntos?
Después de haber puesto la mano en el arado, ¿por qué haber mirado atrás?
Sin darme cuenta me iba volviendo menos apto para seguirte.
Sin embargo, sin haberte visto, te he amado.
Tú me repetías: “Vive lo poco que hayas comprendido del Evangelio. Anuncia mi vida entre los hombres. Enciende un fuego sobre la tierra. Tú, sígueme...”.
Y un día lo he comprendido: Tú estabas en mí.

Amén.

Hermano Roger de Taizé

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