miércoles, 3 de octubre de 2012















Señor, quiero ser como el grano de trigo que cae
en tierra y desaparece,
y aunque me duela la muerte de hoy,
mirar con fe la espiga que crece.

Un trigal será la Iglesia,
que guardará mis entregas,
fecundadas por la sangre tuya mi Señor
que diste tu vida por ella.

Ciudad Nueva del Amor,
donde vivirá el pueblo,
que en los brazos de su Dueño nació,
sostenido en un madero.

Yo mi vida he de entregar
para aumentar la cosecha,
que el sembrador al final buscará
y dejará ser eterna.

Y un día al Padre volveré,
a descubrir el secreto
de la pequeña semilla que fiel,
cobró su herencia en el cielo.

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