Lc 1, 1-4; 4, 14-21
Nuestro
mundo triste y encadenado, con tantos candados, necesita la liberación
de Jesús. Jesús no actúa como un superhéroe sino a través de la acción
del Espíritu Santo. Una acción suave y decidida, que no hace daño y
concede la libertad a los pobres y oprimidos.
Claro,
en la sinagoga todos tenían fijos los ojos en Jesús. Porque en Él veían
no solo unas palabras, una proclamación sino la cercanía del Reino que
emergía con su persona, con sus acciones, en definitiva, con su Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario