«Señor, Dios mío, mi única esperanza,
haz que cansado nunca deje de buscarte,
sino que busque tu rostro siempre con ardor.
Dame la fuerza de buscar,
tú que te has dejado encontrar,
y me has dado la esperanza de encontrarte siempre nuevo.
Ante Vos están mi fuerza y mi debilidad:
conserva aquélla, ésta sánala.
Ante Vos están mi ciencia y mi ignorancia;
allí donde me has abierto, acógeme al cruzar el umbral;
allí donde me has cerrado, ábreme cuando llamo.
Haz que me acuerde de Vos,
que te entienda, que te ame. Amén».
(San Agustín, De Trinitate, 15,28,51)
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