sábado, 5 de enero de 2013


El amor nace de un corazón que como el de los Reyes se anima a seguir.
Animarse a seguir es entender que los pies fueron dados para andar y el corazón para seguir.
Animarse a seguir es tener la humildad suficiente para aceptar las señas del guía, y decirle: sí.
Es sostener lo que fue antorcha en la vida, aunque hoy, sea solo llama que ilumina el aquí.
Es ponerse detrás del anciano y aprender de su esfuerzo para poderse erguir.
Animarse a seguir es dar brotes de vida después de podas bien grandes, dejándose empujar por la raíz.
Es ver más allá de las nubes el claro por venir.
Es no guiarse por los que hablan al borde del camino, sino por el que en él supieron, su vida invertir.
Es ser fiel a la entrega, que nos lleva a parir.
Es saber que lo que una vez se hizo se puede repetir.
Animarse a seguir es estar en medio del río sin aflojar las brazadas para no sucumbir.
Es comprender que acá no se da lo que será dado allí.
Es no tocar más la herida hasta verla cicatriz.
¿En qué cosa me invita el Señor a animarme a seguir para no quedar en el camino porque sí?

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