Además
de los pastores, otros personajes decisivos completan en estos días la
escena de Belén. Se trata de los Magos. Los Evangelios no dice que
fueran Reyes, pero la tradición ha supuesto –con cierta lógica– que
debían ser tales cuando llegan a Jerusalén preguntando por el Rey de los
judíos y cuando, además, son recibidos por la máxima autoridad del
lugar: el rey Herodes. Por otro lado, sus regalos son los propios de un
rey.
Tampoco
dice S. Mateo cuántos eran: “Unos Magos venidos de Oriente” (de ahí sus
ropajes persas). Esos Magos podían ser dos, cuatro, seis... Pero como
fueron tres sus regalos (oro, incienso y mirra), la tradición ha
deducido que ese debía ser el número de los que se reunieron en Belén.
Lo que sí mencionan las Escrituras es su profesión: eran magos, es
decir, estudiosos de las estrellas y de sus movimientos en el Cielo; y
precisamente de ese oficio se valdrá Dios para atraerlos –mediante una
estrella– hasta el lugar exacto donde se encontraba Jesús.
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