sábado, 1 de diciembre de 2012

Mt 3, 1-12
Juan Bautista nos ayuda en el segundo domingo de adviento a prepararnos para recibir al Mesías. Cuando vamos a una fiesta o a un lugar que nos merece la pena, nos arreglamos de la mejor manera posible. Pasamos por el baño o por la ducha, para estar impecables.
Ante la venida de Jesús, el Bautista nos invita a que convirtamos nuestro adviento en una “gran empresa de limpieza”. Esta semana nos toca limpiar aquello que ensucia nuestra vida o la de nuestros hermanos, tanto de los cercanos como los que viven sumidos en la más dura realidad, a veces, salpicados por nuestra suciedad. El agua es un elemento fundamental en esta limpieza. El agua que evoca nuestro bautismo, de quién somos y a quién vamos. El bautismo que nos hace hijos y hermanas. No hay mejor forma de estar limpios que sentirnos familia unida, unida por el Espíritu y por el amor.
Y para reflexionar: ¿qué cosas he de “limpiar” en mi vida? ¿He “manchado” en algo a los demás? ¿Cuándo me voy a poner manos a la obra para limpiarlo? Es hora de coger la fregona como Juan, el Bautista.

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